Últimamente tengo el blog bastante abandonado no se bien si por pereza o cuál es el motivo. Quería escribir algo cuanto antes para no caer en el abandono total y después de este parón no quería que fuera un post demasiado plomizo. Sin embargo no he podido evitarlo y creo que me he metido en un tema bastante pantanoso.
Por extraño que parezca hay veces que cosas realmente interesantes pasan desapercibidas. Un libro, un disco… es tanta la oferta, y tan mala muchas veces, que no soy capaz de separar la planta que da frutos de la cizaña y acaba todo en el mismo cubo de basura.
Esto me hubiera pasado seguramente una vez más de no ser por los compañeros de El Séptimo Arte. Hace unos días tuve la oportunidad de disfrutar de la película estrenada allá por el mes de noviembre, La Ola (Die Welle)
En 1967, en un instituto de Palo Alto (California) un profesor de historia no supo cómo responder a la pregunta de un alumno:
“¿por qué los ciudadanos alemanes permitieron que el Partido Nazi exterminara a millones de judíos? ¿Cómo pudo el pueblo alemán alegar “ignorancia”?...¿Cómo gente que eran vecinos o incluso amigos de judíos pudieron decir que no estaban allí cuando sucedió todo?"
Así que decidió demostrárselo con un ejemplo práctico. Intentó enseñar de primera mano a sus alumnos cómo funciona un gobierno totalitario. Empezó imponiendo una férrea disciplina en clase (saludar, sentarse correctamente, terminar todas las frases con “señor”, levantarse para hablar…) La sorpresa para el profeso fue ver como los alumnos se entusiasmaban con el experimento hasta tal punto que se impusieron un uniforme, inventaron un nombre, un logo e incluso un saludo. El ejercicio comenzó a tener vida propia y a escapar de las manos del profesor. Alumnos de todo el instituto se unían al movimiento “La Ola” y los que no lo hacían eran excluidos, empezaban a surgir rencillas entre ellos y algunos incluso idolatraban al profesor como si de un auténtico Líder se tratase
El final de la historia es bastante difuso y no se sabe muy bien qué es realidad y qué ficción. En la adaptación cinematográfica (situada en el tiempo actual y en algún lugar de Alemania), el director Dennis Gansel aprovecha esta licencia para escribir su final que, aunque no sea lo realmente importante de la película, obviamente no voy a desvelar.
En cualquier caso, lo que me llamó la atención de este film es la “facilidad” y naturalidad con la que los Alemanes se cuestionan estos polémicos problemas históricos que de tan cerca les atañen y que ya hemos visto en otras películas alemanas tales como La vida de los otros, Good bye Lenin! o El Hundimiento.
Tanto es así que no pude más que intentar extrapolar la pregunta a nuestra sociedad y más concretamente a nuestro cine, donde todos los films son claramente partidarios, cuando no partidistas, a uno de los lados y más que analizar el verdadero problema nos muestran dos equipos, y heroes y villanos
La respuesta no la tengo clara aun, aunque empiezo a pensar que aquí aun no hemos superado nuestras diferencias a pesar de haber transcurrido ya 70 años!! En España siguen habiendo dos bandos a pesar de que muchos de nosotros ya seamos hijos de los hijos de los que de verdad vivieron el problema. Ya sea en la vida o en la política, llevamos “los colores” por delante como si de un equipo de fútbol se tratase y prejuiciamos o simplemente no atendemos a razones del ¿contrario? simplemente por tacharlo de una ideología diferente a la nuestra
Así que mi duda va mucho más allá que la del estudiante de Palo Alto y no simplemente me pregunto cómo personas que eran vecinos o amigos pudieron odiarse de la noche a la mañana sino que me cuestiono cómo es posible que lo sigamos haciendo ahora.
Die Welle (La Ola)
Por extraño que parezca hay veces que cosas realmente interesantes pasan desapercibidas. Un libro, un disco… es tanta la oferta, y tan mala muchas veces, que no soy capaz de separar la planta que da frutos de la cizaña y acaba todo en el mismo cubo de basura.
Esto me hubiera pasado seguramente una vez más de no ser por los compañeros de El Séptimo Arte. Hace unos días tuve la oportunidad de disfrutar de la película estrenada allá por el mes de noviembre, La Ola (Die Welle)
En 1967, en un instituto de Palo Alto (California) un profesor de historia no supo cómo responder a la pregunta de un alumno:
“¿por qué los ciudadanos alemanes permitieron que el Partido Nazi exterminara a millones de judíos? ¿Cómo pudo el pueblo alemán alegar “ignorancia”?...¿Cómo gente que eran vecinos o incluso amigos de judíos pudieron decir que no estaban allí cuando sucedió todo?"
Así que decidió demostrárselo con un ejemplo práctico. Intentó enseñar de primera mano a sus alumnos cómo funciona un gobierno totalitario. Empezó imponiendo una férrea disciplina en clase (saludar, sentarse correctamente, terminar todas las frases con “señor”, levantarse para hablar…) La sorpresa para el profeso fue ver como los alumnos se entusiasmaban con el experimento hasta tal punto que se impusieron un uniforme, inventaron un nombre, un logo e incluso un saludo. El ejercicio comenzó a tener vida propia y a escapar de las manos del profesor. Alumnos de todo el instituto se unían al movimiento “La Ola” y los que no lo hacían eran excluidos, empezaban a surgir rencillas entre ellos y algunos incluso idolatraban al profesor como si de un auténtico Líder se tratase
El final de la historia es bastante difuso y no se sabe muy bien qué es realidad y qué ficción. En la adaptación cinematográfica (situada en el tiempo actual y en algún lugar de Alemania), el director Dennis Gansel aprovecha esta licencia para escribir su final que, aunque no sea lo realmente importante de la película, obviamente no voy a desvelar.
En cualquier caso, lo que me llamó la atención de este film es la “facilidad” y naturalidad con la que los Alemanes se cuestionan estos polémicos problemas históricos que de tan cerca les atañen y que ya hemos visto en otras películas alemanas tales como La vida de los otros, Good bye Lenin! o El Hundimiento.
Tanto es así que no pude más que intentar extrapolar la pregunta a nuestra sociedad y más concretamente a nuestro cine, donde todos los films son claramente partidarios, cuando no partidistas, a uno de los lados y más que analizar el verdadero problema nos muestran dos equipos, y heroes y villanos
La respuesta no la tengo clara aun, aunque empiezo a pensar que aquí aun no hemos superado nuestras diferencias a pesar de haber transcurrido ya 70 años!! En España siguen habiendo dos bandos a pesar de que muchos de nosotros ya seamos hijos de los hijos de los que de verdad vivieron el problema. Ya sea en la vida o en la política, llevamos “los colores” por delante como si de un equipo de fútbol se tratase y prejuiciamos o simplemente no atendemos a razones del ¿contrario? simplemente por tacharlo de una ideología diferente a la nuestra
Así que mi duda va mucho más allá que la del estudiante de Palo Alto y no simplemente me pregunto cómo personas que eran vecinos o amigos pudieron odiarse de la noche a la mañana sino que me cuestiono cómo es posible que lo sigamos haciendo ahora.
3 comentarios :
Al final, la manada tiene mucha más fuerza que el individuo. Y muchas personas necesitan una manada a la que pertenecer. Cuando la encuentran, su adhesión es tan sólida, es tan fuerte su necesidad de pertenencia que la defienden a sangre y fuego ante el miedo de extraviarla.
La alegría que los más firmes defensores de una ideología transmiten es contagiosa y la gente necesita algo a lo que aferrarse. Ojala nunca tenga que poner a prueba esta teoría.
Efectivamente, qué razón tienes Tarquin, es algo inexplicable y mucho más traído a los tiempos que corren hoy día, pero el sentimiento de pertenencia a un grupo es muy fuerte y tal y como refleja la pelicula, especialmente entre los adolescentes. Con un ejemplo mucho más simplista ¿nos habéis fijado en los chiquillos de esa edad? parece que siempre se tienen que encasillar en un grupo; hippie, rapero, heavy...refuerza su personalidad y les hace sentirse más seguros. Fijaos en los institutos o cuando van en grupo por la calle!
Un saludo, Pink
Si has visto la película Tarquin el personaje que encarna Frederik Lau (Tim en el film) encaja a la perfección en esa necesidad de pertenencia de la que hablas. Es uno de los puntos fuertes para este tipo de ideologías. Dan al individuo un contexto, una burbuja social a la que pertenecer y les hacen sentirse especiales, partícipes de algo. Sin embargo la realidad es que no son más que un número, un clon de su compañero de al lado, perfectamente prescindible.
Qué paradoja.
Pink, es realmente asombroso ver cómo los jóvenes de hoy en día buscan su identidad a través de la ambiguedad y los estereotipos de los grupos. Es incluso decepcionante presenciar como los chavales pasan de hippie a pijo de la noche a la mañana. Entre los 13 y los 17 años un chaval de hoy en día puede pasar de ser "punk" a ser "hippie" para después ser "cool" y terminar como "metrosexual" y todo por seguir las modas o, como decía Tarquin, seguir a la manada.
Por suerte o por desgracia, puedo presumir de haber permanecido siempre fiel a un estilo PROPIO, a una distancia de seguri. Si así puedo parecer marginal o inadaptado... correré el riesgo.
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