No me quito de la cabeza...

Pocas cosas buenas se puede decir de una mudanza (quitando que la gente de Vaya semanita pueda hacer un sketch de ello). Yo, que he empezado a sufrirlo por primera vez en carne propia y no como un simple afectado por daños colaterales, me estoy dando cuenta ahora.

Sin embargo a veces pueden ocurrir milagros que te devuelven la fe para demostrarte que hasta en las peores cosas puede haber algo bueno.

De la vorágine en que se encuentra sumida mi habitación desde hace unas semanas surgió un doble CD olvidado, todavía no se bien por qué, desde hacía bastante tiempo.

Se trata de Honestida Brutal, 37 magníficas canciones que componen el mejor disco de Andrés Calamaro.

Una primera escucha me vale para recordar grandes temas como Negrita, El día mundial de la mujer, Me pierdo, No son horas... Pero sin duda hay una canción que está un punto por encima de todas y que lleva sonando en mi cabeza desde que recuperé el disco: Paloma

Sus guitarras sucias que rompen al inicio y acompañan durante toda la canción, la letra, la voz rasgada de Andrés, esa asincronía entre música y voz que hace parecer que la segunda nunca va a llegar a tiempo para coincidir con la primnera al principio del compás, pero que lo acaban haciendo...

Por todo eso y por muchos intangibles que no se pueden explicar sino escuchándola (y porque si no ocurre nada malo en un par de meses estaré paseando por la Argentina de Calamaro) me apetecía colgar esta canción.




Destacar como curiosidad la cantidad de versiones que se han hecho de esta canción, desde directos como el de Quique González (siento la calidad) a coger "prestada" parte como hizo Ivan Ferreiro en otra gran canción, Santadrenalina (tema del disco Relax, aun con Piratas)